La Edad Antigua se inicia con la aparición de la escritura y llega hasta la caída del Imperio Romano a manos de los bárbaros, en el siglo V después de Cristo, en el año 476. A partir del s. III d. C empieza la crisis del Imperio Romano.
Antes de la llegada de los romanos vivían en la Península Ibérica otros grupos humanos: los iberos, asentados en el sur y el este, procedentes del Norte de África, donde crearon diversas culturas de las que aún hoy se conservan restos arqueológicos de gran importancia y los celtas, que ocupaban el centro, el norte y el oeste y que entraron en la península por el Norte. Estos pueblos se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Los iberos vivían en poblados, en casas de adobe con techo de paja, que formaban calles. Los celtas, en castros o poblados compuestos de casas de planta circular, de adobe o piedra, que no formaban calles.
Unos y otros nos han dejado muestras de su cultura. Destacan, entre sus figuras talladas en piedra, La Dama de Elche (iberos) y los verracos (animales de piedra con significado probablemente religioso), como Los Toros de Guisando en Ávila.
También llegaron a la península otros pueblos, atraídos por las riquezas minerales (cobre, estaño, plata), a lo largo de los mil años anteriores al nacimiento de Cristo; así, los fenicios, los griegos y los cartagineses llegaron por el Mediterráneo y se establecieron en sus costas, fundando colonias que llegaron a ser importantes focos comerciales.
Parece ser que las montañas en que vivía el pueblo vasco nunca fueron penetradas por ningún tipo de invasión, por lo que se considera el origen de esta población incierto, y de seguro muy antiguo, como su lengua, barajándose la posibilidad de que se tratase de una población pre-ibérica.
Antes de la llegada de los romanos vivían en la Península Ibérica otros grupos humanos: los iberos, asentados en el sur y el este, procedentes del Norte de África, donde crearon diversas culturas de las que aún hoy se conservan restos arqueológicos de gran importancia y los celtas, que ocupaban el centro, el norte y el oeste y que entraron en la península por el Norte. Estos pueblos se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Los iberos vivían en poblados, en casas de adobe con techo de paja, que formaban calles. Los celtas, en castros o poblados compuestos de casas de planta circular, de adobe o piedra, que no formaban calles.
Unos y otros nos han dejado muestras de su cultura. Destacan, entre sus figuras talladas en piedra, La Dama de Elche (iberos) y los verracos (animales de piedra con significado probablemente religioso), como Los Toros de Guisando en Ávila.
También llegaron a la península otros pueblos, atraídos por las riquezas minerales (cobre, estaño, plata), a lo largo de los mil años anteriores al nacimiento de Cristo; así, los fenicios, los griegos y los cartagineses llegaron por el Mediterráneo y se establecieron en sus costas, fundando colonias que llegaron a ser importantes focos comerciales.
Parece ser que las montañas en que vivía el pueblo vasco nunca fueron penetradas por ningún tipo de invasión, por lo que se considera el origen de esta población incierto, y de seguro muy antiguo, como su lengua, barajándose la posibilidad de que se tratase de una población pre-ibérica.
Finalmente, los romanos llegaron en el año 218 antes de Cristo para iniciar la conquista de la Península Ibérica, a la que llamaron Hispania. La España anterior a esa fecha fue la legendaria Iberia, de vagos nombres sin límites: Estrinusis, Ofiusa, Tarsis... Su presencia llegó hasta principios del siglo V d.C. y su influencia es la base de nuestra cultura actual. Los pueblos que habitaban el territorio ocupado siguieron un proceso de romanización, es decir, progresivamente fueron asimilando la lengua (el latín, del que deriva nuestra lengua), costumbres y creencias. Antes de que llegaran los romanos la península estaba sin explotar.
Los romanos impusieron en todo el territorio su organización, leyes y forma de gobierno. Construyeron muchos edificios y obras públicas que aún se conservan: acueductos, para llevar agua a las poblaciones, anfiteatros, teatros y circos, para sus espectáculos, templos, murallas y arcos de triunfo, para conmemorar sus victorias.
Roma convierte a Hispania en una de sus provincias del Imperio más importantes.
La República romana había dividido a España (197 a. de C.) en dos departamentos: el citerior y el ulterior.
Con el emperador Augusto acaba la conquista de la península (año 26 a. C.), con él comienza la romanización de la 2ª etapa, la cual es la más importante. Augusto fraccionó la España ulterior en dos provincias: Lusitania y Bética. A la Bética se la hizo provincia «senatorial», a diferencia de otras más peligrosas que cayeron bajo la adscripción directa del imperio, de la mano militar. Cada provincia romana estaba dividida en «civitates» y «conventus» –circunscripciones administrativas.
Funda la primera y única capital de Hispania que fue Emérita Augusta (Mérida) el motivo de su elección fue porque estaba situada en el medio de la vía de la plata, que tenía una función puramente económica, y que iba de Huelva a Gijón. La plata se transportaba desde Mérida hasta Tarragona y era enviada desde el puerto de Tarraco Nova y así se funda Caesar Augusta, que es la actual Zaragoza. La función de Madrid, mientras tanto, es de cruce de caminos ó caminera. Por lo que en la zona centro existían “mansíos” que son posadas para descansar. Los criterios para fundar “Madrid” como tal son:
1. La vía económica
2. La vía de intercambio o comunicación
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